Fecha de publicación: 14 de marzo de 2025

HISTORIA EN LA MÁSCARA

Por: Yeira Pérez e Isabella Vega

Aún cuando el miedo persiste la satisfacción del final recompensa hasta lo invivible, es el sentimiento de amar tu talento al punto de destellar por ello, la plenitud de tener la certeza que puedes lograrlo y la calma que puedes volver a hacerlo una y otra vez, aún temiendo del resultado e intrigándote por los comentarios.

Sentado en una silla de plástico color amarillo, guantes en las manos, ropa aún con huellas de lo que fueron días y noches enteras produciendo el sueño que alguien en su momento le transmitió, El Profe cuenta toda la historia desde cómo empezó este reto llamado Artes hasta su llegada a Carnaval S.A.S y todo lo que hoy su grupo de trabajo y él han logrado.

Si hay algo que lo define es su amor inquebrantable por el arte y su cultura. Desde que tiene memoria, respira y vive por el Carnaval de Barranquilla, pero su historia en esta fiesta no comenzó con grandes carrozas ni con aplausos, sino con un simple acto de solidaridad en las aulas de su colegio.

Corría el año 1987 y siendo un estudiante de último año del Colegio Comunal Mixto, ya mostraba su espíritu inquieto y su vocación por el arte. Todo lo que ahora se llaman proyectos comenzó como una iniciativa de reciclaje académica, donde en compañía de sus compañeros reutilizaban lo que para otros no servía, convirtiéndolo en recursos para la institución educativa.

Dos años después, en 1989 el destino puso en su camino a Artesanías de Colombia, la empresa que respalda a los artesanos del país. La compañía buscaba un lugar para establecer un taller donde se pudieran fabricar máscaras de carnaval, un símbolo que se estaba perdiendo en la tradición barranquillera de esa época. La búsqueda los llevó hasta la biblioteca del barrio La Paz, donde El profe también servía como voluntario. Aunque el director de la biblioteca no mostró interés en la idea de un taller artesanal, lo que él ignoraba era que, tras la puerta de su oficina, habían dos par de oídos atentos y dos almas que querían comerse al mundo: las del Profe y un gran amigo que años después inmortalizaría a Shakira en una estatua.

Terminada la reunión, ambos se acercaron a la representante de Artesanías de Colombia con una propuesta que mezclaba arte, reciclaje y cultura. Su idea resonó con fuerza y dos semanas después ya estaban ensamblando el primer lote de 250 máscaras para el carnaval. Sin embargo, El profe no pudo formar parte del equipo desde el principio. Sus responsabilidades lo mantenían atado: Trabajaba durante el día, estudiaba por las tardes y ayudaba en la biblioteca por las noches, pero lo que él no sabía es que la vida tenía otros planes para él.

El proyecto avanzaba, pero el tiempo corría en contra. La entrega debía hacerse en la primera feria de exposición en el Teatro Amira de la Rosa, y la meta aún estaba lejos, tenían menos del 50%. y fue entonces cuando el equipo, liderado por su gran

amigo, llamó al Profe para que ayudara en las horas que le quedaban libres. Pasó sus fines de semana sumergido en cartón, pintura, icopor, y muchos elementos más, hasta que lograron completar el pedido. Fue ahí, en medio de los exhaustivos horarios y el olor a papel maché, donde él descubrió su verdadera vocación, supo que su vida tenía que girar en torno al arte.

Tomó una decisión arriesgada: dejó su trabajo y, al graduarse, se sumó de lleno al equipo que colaboraba con Artesanías de Colombia. Su talento y compromiso lo llevaron a representar a la ciudad en la primera edición de Expoartesanías en Corferias en la capital de Colombia, destacando a su grupo con la iniciativa de “Ponte La Máscara” como los mejores artesanos de Barranquilla, codeándose no solo con los mejores del país, sino del mundo.

Durante más de una década, se dedicó a la fabricación de máscaras, rescatando y reinventando una tradición que estaba en peligro de desaparecer. Con la certeza de haber encontrado su camino, decidió dar el siguiente paso y formalizar su pasión: ingresó a estudiar Artes Plásticas en Bellas Artes, consolidando así su formación y ampliando sus horizontes creativos.

Pero para él no se quedaría solo en las máscaras. Su camino en el carnaval apenas comenzaba. A los dos días de estar en la feria, llegó la gerente de Arte Moderno con una propuesta: comprar las máscaras restantes para exhibirlas en su museo. Hasta el 2002, estuvo inmerso en la creación de máscaras.

En ese mismo año, llegaron artesanos de Brasil a dictar una capacitación sobre carrozas. Aunque la convocatoria era exclusiva para maestros y especialistas, él aún estudiante, no se dejó intimidar por las restricciones, desafiando las normas se colaba en los talleres, aprendiendo cada detalle.

Su audacia fue recompensada cuando como muestra de gratitud diseñó y entregó unas mini máscaras a los expositores. Ante la sorpresa del coordinador que intentó impedir su ingreso, finalmente fue certificado por su dedicación y talento. Semanas después, lo contactaron para decorar una sala de exhibición con máscaras representativas de cada danza, bajo la dirección de Mirella Caballero, Directora del Carnaval en ese entonces. Fascinada por su trabajo, Mirella le ofreció su primer contrato como proveedor de carrozas para el Carnaval de Barranquilla.

Aunque el miedo lo hizo dudar, aceptó el reto. Su primera carroza fue para la empresa Coolechera, representando una “explosión de leche”. Tras el éxito de su primer proyecto, le encargaron más carrozas para reparar y transformar días antes de la fiesta. Así comenzó un recorrido que lo ha llevado a trabajar con empresas como Claro, Maquelule y muchas más.

Llegar hasta donde está hoy le costó aprendizaje, perseverancia y, por supuesto, algunos no. Como profesional de artes plásticas, su objetivo siempre fue aprender y emprender, ayudando así a varios de sus conocidos y hasta alumnos.

Las máscaras siempre fueron y son su fuerte, por eso ha hecho más de 100 proyectos entre tráilers, fotones, carrozas grandes, medianas y pequeñas, todas con la misma esencia que lo caracteriza, ese arte peculiar que aprendió por allá en el 2002.

Crear una obra de arte requiere no solamente de unos cuantos pinceles y buenas pinturas. Imaginar que el proceso es sencillo es mentirte e incluso, teniendo mil años de experiencia, recrear desde cero lo que la mente loca dice es un don que solo los que están dispuestos a querer complicarse la vida tienen, complique que dicho en otras palabras son retos.

Como todo en su oficio, elaborar una carroza también tiene su proceso. Primero, hay que entender el concepto de lo que te piden, luego plasmarlo en una propuesta de diseño y, por último, materializarlo.

El esqueleto de todo inicia con una estructura metálica en hierro, lo que será la base de la carroza. Luego, como un cantante que da sentido y rima a sus letras, moldea con madera, arcilla y/o icopor, sella y deja secar el tiempo que sea necesario, sin apuros ni contratiempos. Más adelante, cada pincelada le da un destello de vida al producto final.

Sin embargo, aún en medio del caos y el estrés por entregar calidad en el tiempo estipulado, El Profe se convierte en un intermediario entre la tradición y la fantasía, sin dejar de lado y mirando siempre su historia, historia que le ha permitido reconocimiento y valor.

Y es que cada carroza lleva con él un pedazo de su alma, algo que se revela en los pequeños gestos que anteceden a sus palabras. “A la gente le encantó”, dice con ojos llos iluminados y entrecerrados, dejando entrever una mezcla de alivio y orgullo. Cada año, en el cumbiódromo de la vía 40, cuando las carrozas emergen en la gran batalla de flores y los rayos del sol se plasman en ellas haciendo ver con claridad cada detalle y contorno, se siente la vibra al punto de percibir que tienen vida propia.

Oscar Oliveros, o mejor conocido como “El Profe”, uno de los 18 artesanos que han estado detrás de las carrozas más emblemáticas y creativas que hemos visto en nuestro carnaval, el Carnaval de Barranquilla, a día de hoy sigue incentivando y honrando la tradición, demostrando que cuando se tiene pasión, ni las puertas cerradas pueden detener tus sueños.

“El artista que no tiene amor por su cultura y por lo que hace, sencillamente nunca podrá ser artista.” – Oscar Oliveros.

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